Se nos ha ido. Los ojos de Antonio reflejaban su sufrimiento. Su actitud lo disimulaba y su corazón estaba caliente con el amor y el cariño que recibía en Khanimambo. Se sentía agradecido, feliz cuando nos sentía cerca, pero no estaba bien. Hoy se nos ha ido, para dejar de sufrir, pero a pesar de todo ha conseguido mantener hasta ayer aquella mirada especial que tan vacío dejará en nuestro día a día.

Antonio entró en la guardería de Khanimambo hace ya 4 años con ilusión, a pesar de haberse quedado huérfano y arrastrar la herencia más complicada que un niño puede recibir de una madre enferma de VIH.

La palabra ilusión se queda corta para imaginar su carita cuando la profesora Amancia le había abrazado al entrar en Khanimambo. Cuando jugábamos todos y él, aunque no ganase se alegraba tanto de participar. Haberle enseñado a escribir, a dibujar y a colorear. Vestirle con su uniforme de colegio y darle todo lo que necesitaba para estudiar fue un lujo que sentimos haber tenido. Hemos intentado ayudarle lo mejor posible.

Cuesta transmitir hoy, desde Xai-Xai la pena que me da no seguir este camino a su lado. Aunque me tranquiliza entender que no va a sufrir más. Cuán injusta es la vida para estos pequeños que deben medicarse tanto y aun así el riesgo de morir no deja de estar presente en sus días.

Veíamos que Antonio no respondía bien al nuevo tratamiento y así se lo dijimos a la doctora. No estaba bien. Lo sentíamos y éramos conscientes del peligro que acechaba. Esta madrugada sus ojitos lindos se han cerrado al mundo. ¡Que impotencia! A este mundo que no tiene capacidad de cuidar de niños tan especiales como Antonio.

Y esta es la pena que todos sentimos, la frustración de no poder ayudar más.

Querido Antonio, te recordaremos, te vamos a recordar siempre por esa ilusión que nada pudo con ella. Y estamos agradecidos por lo que nos diste por el camino. Has dejado tu mirada y tu huella aquí.