Él se esfuerza en aparentar estar siempre bien, tiene esa asombrosa habilidad que le ayuda a disimular su dolor. Ha cumplido 18 años, pero su cuerpo  no le hace ningún favor, cuando le abrazas sientes sus costillas, y cuando se ríe… ilumina todo lo que la palabra SIDA intenta oscurecer.

Estamos de celebración estos días, porque Él ha superado su gran reto: acabar primaria. A principios de febrero cambió de uniforme, para vestir el del instituto. Y lo ha hecho orgulloso, quizás el que más. Porque ha tenido que esforzarse muchísimo para compaginar su vida de estudiante con la vida de una persona infectada de VIH y además con tuberculosis. Pero lo ha conseguido y hoy no consigue parar de sonreír.

Es el pequeño de cuatro hermanos. Sus padres se murieron dejándole huérfano con cinco años. Ya estaba enfermo, pero no lo sabía. Sus hermanos mayores dejaron de serlo para convertirse en unos padres dedicados. Los dos dejaron sus estudios para ponerse a trabajar y así conseguir alimentarle y curarle de las numerosas malarias que tenía cada mes.  Nunca se les pasó por la cabeza hacer el test del sida.

Y el pequeñajo de la casa crecía poco a poco, con los privilegios que los demás no tuvieron al estudiar tranquilamente sin preocuparse de trabajar. Con visitas regulares al hospital, con innumerables infecciones y malarias. El poco apetito o la poca energía se debía a que su carácter siempre tranquilo, pausado. Pero ocurrió, un día descubrimos juntos que lo que de verdad tenía no era otra cosa que el virus que se llevó a sus padres, SIDA.

¿Cómo se explica a un niño de 16 años que tiene SIDA? Con todo el amor y el apoyo del mundo. La dedicación que en Khanimambo tenemos con Él es total. Alimentación extra y todas las medicinas necesarias están en sus manos, hemos pagado consultas en la clínica privada siempre que lo ha necesitado, y estamos aquí, a su lado dispuestos a todo para que sea feliz, y se sienta bien.

Hoy los niños de secundaria me han escrito cartas, lo hacemos algunas veces para sentarnos a hablar de sentimientos, y Él me ha dado su consentimiento para transcribir lo que siente en este momento y compartirlo con todos vosotros, desde el respeto y admiración que sentimos por Él, nuestro gran luchador:

“Quiero ganar, no puedo decir que estoy bien, ni cómo estaré mañana, pero sé que quiero ganar. Quiero estudiar y ganar mi futuro.”