¿Qué necesidad hay de acudir a la violencia para entendernos? ¿Cómo aguantan algunas mujeres un mal trato continuo hacia ellas y hacia sus hijos cuando ya existen apoyos para frenarlo? ¿Qué hay detrás de las personas que maltratan y de las que perdonan el maltrato y el abuso para seguir juntos, a pesar de la toxicidad que supone para la relación?

El pasado martes tuvimos una jornada de reflexión sobre la violencia doméstica. Paramos la rutina diaria para abordar este complejo y cotidiano tema durante ocho horas seguidas en el Centro Munti. Pocas horas para abordar un tema de esta dimensión y por la cantidad de personas envueltas que reuníamos en Khanimambo afectadas directa o indirectamente por la violencia, que a nadie deja indiferente.

Empezamos la mañana en un esperado encuentro con la estructura local de Praia de Xai-Xai. Después de algunos avances en materia de violencia doméstica en los tribunales de la Ciudad de Xai-Xai, que avalan nuestra forma de proceder y dictan sentencia en contra de los maltratadores, algunas personas que hasta ahora defendían -por activa o por pasiva- a algunos de estos criminales, empiezan a entender que cuando hablamos de maltrato de forma abierta, no hablamos de cuestiones culturales como han intentado excusar por su negativa a apoyarnos. Les llamamos a los maltratadores criminales, con todas sus letras, porque eso es lo que son, y no lo dice la Fundación Khanimambo sino que estos crímenes y sus consecuencias, por suerte, están recogidos en el Código Penal de Mozambique.

Una vez hecha esta aclaración con representantes de la comunidad de Praia de Xai-Xai -parece mentira y es triste que después de diez años todavía tengamos que aclarar este tipo de cosas-, todo el equipo de la Fundación Khanimambo nos sentamos delante de una joven psicóloga llamada Sheila.

Nada de lo que hasta ahora habíamos hablado sobre cómo lidiar con casos de maltrato, había calado tanto como las palabras crudas y directas de Sheila. “Para trabajar en Khanimambo debes salir de tu zona de confort”. El equipo asentía. “Os falta valentía incluso para lidiar vuestros propios problemas. Cómo vais a lidiar con los de los demás?”, «Khanimambo y la comunidad de Praia de Xai-Xai necesita activistas, no funcionarios acomodados». Hubo quien bajó la mirada.

Las dos horas pasaron volando y las palabras resonaban cada vez más hondo. Delgada y muy estirada Sheila hablaba con la mano apuntando siempre al mismo punto imaginario, al del sufrimiento de las víctimas de la violencia. Consiguió hacer un recorrido sin tapujos de los argumentos de algunos padres que ejercen violencia infantil. “Te pego porque te tengo que educar”, “El pan lo debemos traer todos a la mesa”, “Respétame porque soy tu padre”… dicen algunos mientras que el resto de familiares, vecinos y estructura local, ante la voz más fuerte, la del agresor, callan y simulan no poder intervenir para frenar el maltrato. Hablamos de maltrato físico, emocional, económico, sexual.

Es un drama social, y reconocemos muchos ejemplos dentro de la realidad diaria con la que lidiamos. Pocos levantamos la mirada y nos miramos con gesto serio al reconocer este o aquel niño como víctima. Algunos quedaron tocados con las palabras de Sheila. Fueron víctimas en su día, se cuestionan la educación que están dando a sus hijos, saben que sus vecinos están sufriendo…

Las pausas intencionadas de Sheila ayudaron a la reflexión y a que todos volvamos a la conversación después de entender que nada será igual después de este 9 de mayo. El refuerzo positivo, ser ejemplo como denunciantes a pesar de los peligros que entraña hacerlo, la luz que envuelve a quienes ayudan y por fin la palabra más importante del día: ALTRUISMO.

A la última pregunta del equipo Sheila respondió con una única palabra que adquirió el máximo protagonismo con la ovación al final de su intervención. Altruismo es el comportamiento que tiene quien busca ayudar a los demás porque siente su sufrimiento y que no implica nada a cambio. Es el acto más importante para ayudar a las víctimas de la violencia.

A mediodía, llegaron al Centro Munti más de 200 mujeres. Todas ellas, de alguna manera relacionadas con la violencia. Una doctora, una agente de policía y una agente de acción social fueron las encargadas de abrazarlas a todas y ahondar en una reflexión conjunta sobre algo que debemos frenar.

“No venimos a destruir, sino a construir” se presentó la doctora Carolina, directora del Centro de Denuncia de Violencia Sexual.

«A mí, mi marido me obliga a tener relaciones sexuales, y después me obliga a ver cómo mantiene relaciones con otras mujeres ¿Es eso violencia?» preguntó alguna. A este nivel. Tenemos aún un largo recorrido, pero seguiremos hablando, reflexionando, cuestionándonos, y acompañando a las víctimas para que vean la luz y dejen atrás a quienes les han querido anular.

Pues como decía Ghandi, “la violencia no es señal de fuerza, es señal de flaqueza y desespero”. Una flaqueza y un desespero que se cobra demasiadas víctimas y no admitimos en nuestra casa.