Querida Alvineti

Te has ido, rápido, a una velocidad que no nos tenías acostumbrados.

Hoy he aprendido la diferencia que existe entre aquel cuerpo rígido que tenías, atrofiado por los más de diez años de parálisis, y el cuerpo sin vida que dejas dentro de una caja. El resto de lecciones me las has ido dando a lo largo de estos increíbles cuatro años que hemos pasado juntas desde el día que te conocí arrinconada en una casa, sin luz ni aire. Desde ese momento hasta el pasado viernes, te he intentado dar ambas cosas, y a través de Khanimambo y de las increíbles personas que están y que han pasado por aquí, te hemos podido dar dignidad.

Mi despedida hacia ti tiene forma de agradecimiento.

Conocerte me ha llenado de amor. Gracias por el enorme esfuerzo que has hecho por recuperarte, por confiar en mí y todo lo que venía conmigo, por darme tu mano aun cuando parecía que no tenía vida.

Al enterrarte hoy, he sentido profundamente tu liberación. Qué cruel puede ser la vida, y qué difícil nuestro papel por hacerla más digna.  Lamentablemente este mundo, querida Alvina, no estaba preparado para ti, y tú has sido fuerte y resistente. Una meningitis bacteriana sin tratar, una parálisis aguda, una familia extremamente pobre, un hospital sin condiciones ni voluntad, unos vecinos ignorantes en solidaridad y una madre agotada y vencida por el desespero de no entender nada.

Y ahí llegamos nosotros, que te recogíamos cada día a las 8.30. Si no era yo, era Eric, o Cris, o Tío Mondlane, o incluso Ismael. En Khanimambo, te recibía con mimo y delicadeza Diamantino y posteriormente Manuel ya con un desayuno preparado esperándote en el Salón Verde. Jara, Bea, Marta, Sergio, Esther, los voluntarios que te han dedicado horas y cariño. Paula que te bañaba como si cada día fuera tu primer baño porque se esmeraba y sonreía como nadie podría haber hecho mejor. Los profesores, principalmente Casimiro que se empeñaba en enseñarte a comer con cuchara, el espejo del Salón Verde, Sandrinha que te peinaba o todos los que te querían empujar en la silla de ruedas. Sandra y Fátima que lo han intentado todo por crearte un entorno mejor a través de sensibilizar a tu madre, y a Rose, tu última estrella. La masajista tailandesa que apareció en Xai-Xai para ti. Todos en Khanimambo, siempre para ti.

Alvineti, nos has dejado una huella imborrable. Tu ausencia nos deja un vacío gigante en nuestro día a día, en la rutina de Khanimambo y en los sueños que tenemos porque el mundo sea mejor que sólo podremos consolar, abriendo los ojos y sintiendo que a todos nos has conquistado y hecho mejores personas. Gracias Alvina. Te quedas en mi corazón, te quiero y no te voy a dejar salir.

Alexia y Alvina de la Fundación Khanimambo

Alexia con Alvina