Mariola Valls es una mujer valenciana de 28 años que está haciendo voluntariado en Khanimambo. Llega a Xai-Xai con muchísima ilusión y responsabilidad, pues será el puente entre España y Mozambique por un periodo de tres meses aproximadamente. Allí con ella están Paciencia, Evan, Hortensia y todo el equipo local para trabajar conjuntamente en el día a día.

Nada más aterrizar ha tenido que vivir el drama de las inundaciones con todas las dificultades que esto implica, o sea que ha tenido que arremangarse desde el primer día. Su adaptación al terreno, por necesidad, ha sido precipitada y estamos muy orgullosos del trabajo que está haciendo. Ahora nos envía una carta con la primera visión  de lo que significa para ella Khanimambo y no hemos querido dejar de compartirla con todos vosotr@s:

«En mis muchos momentos de encuentros conmigo misma en esta experiencia mozambiqueña que estoy viviendo, con todo el contexto actual (mundial y español sobre todo), me vienen a la cabeza mil preguntas. Algunas más metafísicas, otras teóricas y las que más, personales sobre qué hago yo aquí.

Y es que después de mucho tiempo contestando a esta pregunta, desde la primera vez que me embarque en un proyecto de cooperación y voluntariado, desde que empecé a trabajar con organizaciones no gubernamentales, desde que se despertó en mí un sentimiento de cambiar el mundo, he cambiado mucho. Pero poco a poco construí un razonamiento para contestar a esto bastante claro y escueto: Porque sí.

Esta afirmación solo le servía a mi abuela (ellas lo entienden todo siempre que venga de sus amantísimas nietas), a pesar de que días antes de mi primera aventura africana, mi tío le puso en su nuevo dvd ‘el jardinero fiel’. La pobre señora me llamó muy preocupada. Tranquilizándola, le aclaré que yo me iba a otro país, a hacer otras cosas, con niños, que eso no pasaba (mentiras piadosas tranquilizadoras). Esto, y una firme promesa de comer bien y volver pronto fue lo único que ella necesitó para recobrar la calma. Los demás siempre proferían, y lo siguen haciendo, con argumentos tales como: aquí también necesitamos ayuda, ellos tienen sus gobiernos también, en realidad no quieren desarrollarse, blablablabla…

Sin entrar en profundidades políticas (que las hay y son el causante de la coyuntura actual que vivimos alrededor del mundo, y la desigualdad creciente entre hemisferios), después de muchos años, muchas vueltas de tuerca y en la misma línea de mi primera afirmación desarrollé la segunda: Por justicia. Porque todos (norte, sur, este, oeste, negros, blancos, verdes y azules) merecemos vivir con dignidad.

Porque yo quiero un mundo en el que los niños aprendan a leer, sumar y restar, y también un poco de inglés si quieres. No para que sean médicos, arquitectos y abogados, pensando en más corto plazo, porque creo que un niño que juega a las canicas, tiene derecho a saber cuántas canicas ganó y perdió. Porque tiene que saber cuánto cuesta la chapa (furgoneta que es el medio de transporte habitual en Mozambique) para ir a la escuela. Porque tiene que aprender la canción que tanto lo gusta de su cantante favorita y saber que significa (aunque sea Hannah Montana). Básicamente por su presente.

Alguien dijo que los niños son el futuro, pero más bien son el presente y necesitan que los adultos les acompañemos. Para que crezcan sanos y para que no sufran en exceso. Porque yo recuerdo mi infancia como algo increíble y así me gustaría que fuera para todas las niñas y niños.

Por ello Khanimambo es un proyecto que me enganchó desde que lo conocí, y ahora estando aquí me reafirmo. Porque trabaja porque esos derechos efectivamente se cumplan y que los niños sean sujetos activos de los mismos, con la educación como eje central para conseguirlo.

Si algo he aprendido en las aulas, con formación y con mi experiencia profesional y personal, es que son las personas quienes tienen que hacerse cargo de su propio desarrollo, por integridad y por dignidad. De esta manera la lucha se convierte en algo de cada uno, trasciende a un nivel más personal y tiene mayor impacto. El cambio es una semilla que todos tenemos dentro, sólo hay que hacerla germinar. Y hay veces que solo se necesita de un poco de ayuda para empezar (¡quien diga que no necesita ayuda de los demás no está siendo sincero!).

Así que aquí me encuentro, haciendo parte de un proyecto que sé que continuará durante mucho tiempo gracias a que en primer lugar, no depende de financiación pública. Ya que con los recortes de nuestro gobierno, la cooperación no existe más ni cómo estrategia política, ni cómo sector para la inversión pública. Gracias a lo cual, las colaboraciones privadas son las que garantizan que el trabajo continúe y sea una realidad a largo plazo. Pero sobre todo gracias a que el motor de este desarrollo lo llevan los niños, las madres y padres, los vecinos, el personal local, y los profesores. El desarrollo de Khanimambo, el de sí mismos y el de su comunidad.

Tal vez sea utópico, pero trabajar por que las personas podamos tener una oportunidad, acceso al agua, a la educación, a la salud, a la nutrición, a una vivienda, me parece una de las luchas más dignas a la que todos tendríamos que sumarnos. Y más aun, cuando estamos viviendo en nuestras propias carnes lo que supone que te limiten el acceso a todo lo arriba citado, cuándo nosotros sí que por derecho y justicia divina (suertudos cuando se repartieron los bienes en la tierra) nacimos y partimos con muchas de estas cosas dadas.

Mariola Valls»