Llegó para volver a llenarnos de ilusión por cambiar -a mejor- drásticamente la vida de alguien. La necesitábamos, nos necesitaba. Samira ya es Khanimambo.

Nostro, su padre, ha cargado con ella en su espalda con la capulana (tela africana de varios usos) desde que nació. Siempre que nos encontrábamos me decía que necesitaba un médico especial para su hija, porque ella tenía “problemas”. Nada más ver su linda cara entendimos que el problema de Samira era el nuestro, el de su padre y el de muchas personas que no saben como tratarla porque ella es genial y, simplemente, una niña muy especial.

Samira nació con una diferencia clara respecto a sus hermanos. Nació con una condición que le impide actuar y comunicarse como los demás. Mozambique aún no está preparado, no existen centros ni educadores especializados, como ya vivimos con Alvina, para lidiar con la diversidad funcional. Y es ahí donde queremos contribuir Khanimambo con toda nuestra fuerza conjunta. Porque creemos de verdad en el impacto positivo que todos podemos generar para fortalecer mentalmente y físicamente a Samira y, por eso, os presento hoy a esta niña preciosa, que algún día puede llegar a convertirse en bailarina, ya que es uno de sus primeros talentos en aflorar tras sus primeros días en Khanimambo.

¿Cómo, bailar, si no anda ni se aguanta de pie?

¿Cómo? Con la magia de Khanimambo. Con los cuidados de los voluntarios y todo el equipo, con los masajes y los estímulos de un montón de niños y niñas, a través de las melodías de las canciones que cantamos juntos cada día, o con el calor de muchos brazos adolescentes que la aseguran, sabiendo de la importancia que ello significa. Con los cuidados y la higiene, con la nutrición y la salud… y desde la tranquilidad y seguridad que da quien te mira a los ojos, y te dice ¡hoy estás guapísima Samira, ven a jugar!

Nosotros estábamos deseando ayudar a Samira… ¿y a que vosotros también?