Escribo estas palabras desde la casa de los Xipfundos* de Maputo. Aún no ha amanecido pero los gallos del barrio están con una juerga que me empujan a compartir esta vivencia.

Llegué ayer por la noche, en un coche cargado de cosas: mantas, ropa, libros, verduras y una bolsa muy importante para ellos, era de plástico y pesaba mucho. Contenía en su interior el regalo más preciado de todos y, antes de abrirlo, las indicaciones fueron que debía leer a los jóvenes (que me esperaban entre canciones) una carta escrita por la trabajadora más antigua de Khanimambo, la que empezó todo esto conmigo hace 12 años y que todos conocemos como vovó Malangatana**. Para otros es Tía Hortensia.

Tía Hortensia estudió hasta tercero de primaria. Después de quedarse viuda y con 5 hijos a los 28 años, empezamos juntas a construir Khanimambo. Al cabo de poco, adoptó a otro niño, construyó su casa y compró su primera cama a los 33 años. Hoy tiene 40, sigue trabajando en la cocina del Centro Munti y prefiere madrugar. En eso último nos parecemos.

“Queridos hijos, os mando estas naranjas para todos. No escojo a ninguno, porque para mí sois todos igual de importantes. Recordad que os quiero, y que cada mañana me despierto orgullosa de vosotros y del esfuerzo que estáis haciendo en la Universidad. Os quiero mucho, quereros entre vosotros también.”

No podría haberlo dicho mejor. Con una letra muy temblorosa, transmitió firme su amor y sabiduría y, de nuevo, me hace sentir que el equilibrio que creamos en Khanimambo, trae de resultado algo único.

Atália, Hilário, Odírcia y Sandra con la tortilla de la noche :-)

Cocinamos tortilla para cenar junto a estos 10 jóvenes llenos de ganas de comerse el mundo. Alternamos las risas con los trucos del arte de hacer una buena tortilla y comentamos temas políticos, sociales y económicos, cómo es Maputo y, por supuesto, no faltó la avalancha de preguntas sobre todos sus hermanos y hermanas, tías y tíos de Khanimambo. A mí, cada una de las preguntas que nos llevaron a la madrugada sin apenas sentir sueño, me parecieron entrañables. Llenas de amor, de autenticidad en sus sentimientos. Nos podríamos haber quedado la noche entera hablando. Todos tienen una cara de ilusión impagable, hablando de sus docentes, de los exámenes y de los criterios de evaluación. De si sale o no sale a cuenta tener una impresora en casa y de cómo se organizan para limpiar, cocinar y llegar a tiempo a la facultad.

Permitirme ambientaros. En esta casa a las afueras de Maputo, apenas existen muebles, pero su salón está repleto de buen rollo. Se respira hermandad en una esterilla, vibra la música que todos bailan con un ritmazo. La música llena el eco de las paredes vacías mientras el resto de una baraja de cartas usada delata las noches más tranquilas. A falta de luz por los continuos apagones, una serie de velas encajadas en los botellines de Coca-Cola, dan autenticidad a todo lo que juntos están construyendo.

Atália y Manuel recogiendo el salón de la casa de los Xipfundos esta mañana.

Hago memoria desde aquí y veo a cada uno de ellos cuando les llevaba en brazos, veo cortarles las uñas y, de todos, recuerdo sus primeros escritos. Por todo esto, sé leer en su mirada cómo se sienten ante la oportunidad de ser universitarios. Sandra fue más allá en la intimidad del pijama y me dijo que por primera vez en su vida se sentía feliz. Y se le nota en la piel, y se le nota en la energía, en la expresión… Y me gustaría que cada uno de vosotros sintiese este nudo en la garganta que ahora, al recordarla, me llena de amor.

Hice una lista de cosas que deberíamos meter en el próximo contenedor que enviemos de España a Mozambique, porque esta casa de estudiantes está a rebosar de ilusiones, pero le faltan todavía muchas cosas que entre todos podremos juntar fácilmente.

Por cierto, son las 6 de la mañana y desde Xai-Xai, ¡algunos trabajadores de Khanimambo ya están llamando a mamá Atália para preguntarle cómo fue la cena! En una hora empieza el Centro Munti a funcionar pero esto, como veis, no va de horarios laborales.

Me quedo por ahora con la sobremesa de esta familia que somos, pintoresca, y que carga con tantas historias como personas. Son reencuentros que valen oro porque, a pesar de que cada uno tiene su camino, hay un punto común que nos une a todos, y ayer volaban anécdotas, así como sueños en la misma mesa con sabor a tortilla y a naranjas.

Esta mañana junto a algunos xipfundos. los otros ya habían salido hacia la facultad.

Junto a los xipfundos de Khanimambo, os mandamos un abrazo, gracias!

* Los Xipfundos de Maputo son los 10 jóvenes universitarios que viven juntos con el cuidado y mimo de mamá Atalia.

** Malangatana fue un artista mozambiqueño.