Entrada escrita por Sergio Martínez-Burgos

Colaboro con Khanimambo desde 2008. Les apoyo porque, como vosotros, pienso que su misión es de las que, por muchos motivos, sencillamente merecen la pena.  En su día convencí a mis padres, a mi hermana, a mis primos… para que también participasen, apadrinando a un niño. Pero la verdad es que yo no conocía aun a Alexia, ni a Eric, ni al resto del equipo. Y desde luego, aunque soy viajero, nunca había estado en Mozambique.

Como en tantas otras ocasiones, fue la palabra de mis amigos Álvaro y Carlos la que me bastó. Comencé apadrinando a una niña, Gracinda, y también me convertí en socio del proyecto. Con el paso del tiempo, y a medida que observaba el impacto que la acción de Khanimambo ejercía sobre la zona, la idea de una visita empezó a desarrollarse en mi interior.

Me sentí definitivamente más unido a Khanimambo a raíz de una circunstancia particular: en un momento dado se hizo necesario apadrinar a Jaime, un niño abandonado por sus padres y con tantos problemas de integración que incluso le llevaron a pasar un tiempo detenido en el cuartelillo. Su historia hizo crecer aún más mi interés en el trabajo de Khanimambo, hasta que finalmente mi curiosidad me impulsó a organizar una primera visita a finales de 2011.Blog - Fundación Khanimambo

El viaje a Xai Xai fue para mí no solamente una prolongación lógica de mi compromiso con el proyecto y el equipo de Alexia… fue también un descubrimiento personal: la visita te abre los ojos. Quizás no para ver pobreza material extrema, en el sentido de gente muriéndose de hambre, pero si para percibir en toda su crudeza la realidad o la amenaza cierta de otras formas de pobreza: la social, educativa… pobreza de familia, de valores superiores, de integración personal y colectiva… Carencias que son difíciles de imaginar desde España, pero muy visibles en Xai Xai.

Las chozas que sirven de hogar, la falta de higiene, la ausencia de referencias familiares por culpa de abandonos y del sida, la visita anual de la malaria, y muchísimas dificultades más… a estos niños les faltan tantas cosas. Pero, sin embargo, lo que yo, como visitante, me encontré, fue vitalidad, risas, jovialidad, franca amistad y afecto. Son felices con tan poca cantidad de bienes materiales, que te hacen replantearte tus propios valores, tus prioridades, y tu propia perspectiva ante la vida. Verifiqué la labor de Khanimambo, que no solo educa a los niños, controla su salud, les apoya con diversos proyectos,… sino que también les ofrece un espacio de oportunidad precisamente para ser niños (como dice Alexia, para tener la infancia feliz que se merecen).

Y lo frustrante para mi es que, no importa como os lo describa, no voy a poder transmitiros lo que se siente al estar allí, al ver cómo viven los críos, al verles felices, al interactuar con ellos, al ver el poquito tiempo que tardas en entregarles tu corazón, hasta el punto de que su felicidad y su bienestar pasan a convertirse en algo vital para ti, de un modo que jamás hubieras imaginado.

En 2012 repetí la experiencia, esta vez con Álvaro (el mismo que me había introducido en el mundo de Khanimambo inicialmente), y con mi novia Alysha. Fue incluso mejor, puesto que los niños ya te conocen, te esperan y se abren más a ti. Es un viaje que recuerdo, que anhelo y que confio en poder hacer todos los años (a ver si, poco a poco, tengo suerte y voy recuperando mi corazón).

Os aseguro que para mí poco hay que merezca más la pena que este viaje a Mozambique. Y estoy convencido de que descubriréis y sentiréis lo mismo que a mí me hizo cambiar como persona, y entender un poco mejor este mundo.

Un abrazo.