Cuando dejas de ser niño te toca definir quién quieres ser como adulto. Empezar tu camino de nuevas metas, incorporar diferentes registros para abarcar todas tus pasiones e intereses. Conoces a personas que deberás identificar cómo son, antes de lanzarte a confiar en ellas. En fin, es todo un cambio esto de dejar de ser niño.

En la Fundación Khanimambo estamos orgullosos de empezar a cuidar y conocer a los niños y niñas en su primera infancia, esto es entre los dos y los ocho años. Nos convertimos de golpe en testigos de cómo cada uno va definiendo su personalidad, cómo se relaciona con el mundo, su ritmo y sus cualidades de relacionarse con los demás. Nos divierten casi todos porque antes o después, su despertar es apasionante.

Les vemos transitar por los temores y la timidez de la pre-adolescencia para rápidamente convertirse adolescentes rebeldes como toca a esa edad. Alguno se salva de esta rebeldía, pero son pocos.

Y de golpe y porrazo, después de un poco de acné y torpeza aparece la primera definición de un nuevo ser que carga con los recuerdos de su infancia, con influencia de amigos, con algún que otro consejo familiar y con todos sus intereses revueltos.

Esta es la parte que más me divierte de ser tía Alexia, ayudar a pulir sus primeras ideas con tanto que cada uno o cada una trae como propuesta de ese nuevo ser.

Hace unos días, reunidos con los jóvenes del equipo, definimos comportamientos profesionales a tener en cuenta. Lenguaje corporal, tiempos de escucha y participación en encuentros con colegas de todas las edades. ¿Cómo voy a hablar, si yo no tengo experiencia? Me decían en respuesta a mi sugerencia de que podían aportar más.

La caligrafía y la firma, su forma de interactuar en un grupo de WhatsApp laboral, la diferencia entre un WhatsApp y un email… Son solo pequeños ejemplos para que veáis el nivel de detalle de estos encuentros, porque nada queda sin comentar y a partir de ahí cada uno que decida quién quiere ser como joven profesional.