¿Cómo vamos a cerrar un año, que apenas hemos disfrutado?

Me he preguntado al empezar a escribir este post, que será el último de 2020, un año singular para todos. Vivir 12 meses sí lo hemos hecho, y estas vivencias son las que nos van a acompañar en este cierre. Aunque en 2020 hemos vivido diferente.

En el salón verde, al comer y reencontrarnos con las caras de nuestros niños, compañeros y amigos, lo celebramos como si nos estuviésemos encontrando ese día. ¡Cómo anima ver la cara de la gente que queremos! Hay niños que se bajan la máscara lo mínimo, y enseguida se la vuelven a colocar, como por ejemplo Chadia, y por eso hay que estar más que nunca cerca de ellos al comer, para disfrutar de ver sus facciones y de paso volver a reírnos juntos de forma libre.

Las reuniones de equipo del lunes, ya no estamos apretados cual sardinas en la biblioteca, donde muchos voluntarios, tras el primer lunes de reunión semanal, acababan diciéndome siempre “No sabía que fuerais tantos”. Ahora las reuniones se han mudado al comedor, y son a voz alzada para que, con distanciamiento, podamos escucharnos las más de 40 personas del equipo al hablar de la agenda, los niños, los planes que parecen infinitos en Khanimambo. De sardinas, hemos pasado a ser verdaderas verduleras.

Se han acabado los caprichos. ¡Se come lo que hay! Con el covid y los largos 6 meses de fronteras cerradas, nos hemos adaptado a un menú totalmente local. Una vez más, la resiliencia de las madres de la cocina de Khanimambo, nos ha alimentado a todos. Y os diré que mamá Celina, se ha vuelto una experta al usar nuevas especies en el pollo de los martes, que sigue siendo, con o sin pandemia, el día del menú favorito de los niños y niñas. La diferencia es que compramos los pollos vivos, de nuestro vecino hasta que podamos criar los nuestros propios. Antes eran congelados, y el Covid nos ha vuelto a acercar a nuestras mejores habilidades culinarias que en este caso incluye desplumar.

Las baterías de los móviles nos duran menos, porque nos hemos llamado mucho más. Del confinamiento de 6 meses cogimos un hábito que ya no lo vamos a soltar, llamarnos más. Escucharnos, compartir cómo estamos viviendo todo esto. Y a los niños les vuelven locos recibir una llamada en el móvil de la madre o la abuela, para ellos. Se sienten atendidos y cada día nos cuentan más cosas. Los tutores se han vuelto los mejores coaches que conozco. No hay problema sin solución, y cuando se nos atasca un adolescente, lo compartimos en el grupo del equipo, y llueven ideas para intentar salvar que su frustración no le haga perder esta oportunidad. No siempre lo conseguimos, y las baterías, con esta corriente eléctrica inestable, nos consumen a veces los ánimos también.

Lo que no ha cambiado ha sido el gasto en el taller. ¡Qué barbaridad! Aún con covid, ¡nuestro minibús, que llamamos Makita, ha seguido dando guerra! Esta semana al salir del taller tras 3 meses de problemas innumerables, ¡hasta le hemos cantado una canción! Pero con o sin Makita, hemos logrado cumplir con las idas y venidas. Eso sí, en un mini pajero, que a mí me recuerda al seat panda de mi madre de los 80. Y ese coche, ha cargado sacos y sacos de 50 k de arroz, y con la mejor de las músicas sonando por una radio medio desafinada. No estoy segura si estoy exagerando, pero yo diría que tio Mondlane ha tenido que conducir medio agachado, imaginaros bien la escena.

Y las actividades del programa de educación tienen ahora más importancia aún en la vida de los niños y de las niñas de Khanimambo. La falta de escuela durante 2020 (¡no se ha estudiado!) ha colocado nuestra oferta de educación no formal en un bien preciado. Quienes antes dudaban, ahora son agradecidos y reconocen la importancia del estímulo de lectura, escrita, pensar, crear, participar… y ahora ya todos están convencidos que Khanimambo no falla.

Lo que más reconozco en cada uno de los recuerdos de este año es el compañerismo que hemos alimentado. También en la familia Khanimambo, hemos sentido más unión, y sienta tan bien.

Ya no hacemos planes con fechas, pero sí con objetivos.

Ya no damos por echo nuestra presencia, pero sí apreciamos al descubrirnos libres de máscaras.

Ya no vamos a limitarnos a lo que venga, sabemos que reinventarnos forma parte del guion.

Y sin duda, no vamos a esperar a que esto pase para disfrutar de que un año más estamos fuertes, con ganas de seguir cambiando lo pequeño, porque si algo hemos aprendido todos en Khanimambo en este año 2020, es que nuestra filosofía es más importante que nunca.