Todavía con un nudo en la garganta y con muchísima tristeza os anunciamos que nuestra queridísima Alvina dejó de respirar el pasado 2 de enero, y la enterramos al abrigo de toda la familia Khanimambo. Hoy ha empezado el curso y es un día bonito y especial, aunque todos sentimos su ausencia.
Alvina, sobre la que hemos escrito en más de una ocasión (Cuando el sol ilumina, El carro de Alvina), convivía con una parálisis de la mayor parte de su joven cuerpo, a raíz de una meningitis que sufrió siendo muy pequeña. Alvina ha vivido 12 años más desde aquella fatídica fecha. Y en los últimos cuatro años hemos intentado por todos los medios devolverle parte de lo que había perdido.
Gracias a la dedicación, a los cuidados, a la paciencia y al amor que le dedicamos entre todos, conseguimos que sonriera de nuevo, que se comunicara mediante expresiones de alegría, de miedo, de sorpresa, de gratitud, de cansancio… Aprendió, o reaprendió, a masticar alimentos y también conseguimos que andara, pues cuando la conocimos, se había pasado siete años tumbada en un rincón, abandonada, sin mover ni un músculo.
Y andó, y nos maravillamos todos con cada nuevo paso que daba, por pequeño que fuera.
Finalmente, como tantas veces ocurre en este oficio, quienes más hemos crecido y aprendido a lo largo de este proceso, en todos estos años que Alvina nos ha acompañado, hemos sido nosotros: el equipo, los ahijados, los voluntarios, los padrinos…
Por ello, muchas gracias Alvina, KHANIMAMBO, por obligarnos a ser mejores personas a tu lado.
De parte de toda tu gran familia de Khanimambo te mandamos un besito y te deseamos felices sueños, pequeña.