Cada persona que crece en Khanimambo, compone su propia historia.
Con suerte, la comparte con los que estamos en este lado. No pasa siempre, pero cuando ocurre, es un pequeño dulce, que nos llena de motivación para seguir.
Tenemos una forma de identificar cada persona que ha pasado o está en Khanimambo. Se trata de algo tan corriente como un código ID. El 001 fue asignado al primer ahijado en 2007, y hace unos días asignábamos el 925. Este es el mismo número de personas que han sido recibidos con máxima ilusión por el equipo de Khanimambo a lo largo de 15 años de trabajo diario para aportar calidad a su vida actual y futuro. 925 personas. 925 oportunidades.
Estos cientos de personas han sido, todas ellas importantes para mí. Cada uno, al escuchar lo que le traía a Khanimambo, se ha encontrado con mi mirada empática, al mismo tiempo que con mi imaginación o visión de futuro al saber lo que Khanimambo les puede ayudar a conseguir. A la mayoría de ellos, en un momento muy determinante y crucial de su vida les repito siempre lo mismo: “marca tu diferencia”.
Tengo 925 historias que contar, algunas de ellas largas y apasionantes, otras breves o frustrantes. Vayamos en esta ocasión, al mes de octubre 2007, al número 21, o quién es lo mismo: Silva.
Responsabilidad temprana
Ocupadísimo con tareas de casa, velando por sus tres hermanos pequeños, sin apenas tiempo de estudiar. Tampoco disponía de recursos, su principal preocupación era qué conseguiría cocinar. En casa tres hermanos y una madre soltera. Detrás, toda una tragedia en las inundaciones del año 2000, un traslado e inicio de nueva vida lejos de su ciudad natal. 5º de primaria, y una pequeña casa de cañizo sin red eléctrica ni tampoco agua corriente.
Este es el escenario, pero lo que nos importa de esta historia es cómo era Silva. Y enseguida pude comprender que su interés por los estudios era aún mayor que la responsabilidad que asumía de forma prematura con su familia. Ahí estaba su potencial, y Khanimambo lo único que hizo fue alimentarlo. El resto es obra de Silva.
Cuando en 2011 Silva se quedó huérfano de madre, decidió compaginar sus estudios con el trabajo. Se convirtió en el educador más joven del equipo de Khanimambo, dando clases a sus colegas del instituto. Es decir, Silva, estudiante de 9º curso, daba clases de matemáticas del nivel secundario. Mantuvo a sus hermanos pequeños y asumió su cuidado hasta hoy.
A nadie le puede sorprender, que en 2021 se haya licenciado de matemáticas, sin apenas un suspenso en cuatro años de carrera, ¿verdad? Pero ahora viene lo mejor. A nadie le puede sorprender que sea un padrazo de dos niños.
Y llegó el dia…
Hace pocos días, Silva y Nomssa se casaban en Khanimambo. Regalándonos a todos los que le hemos acompañado en su crecimiento, uno de sus momentos más bonitos. Llevan tres años preparando la boda. Ambos son trabajadores de Khanimambo y Edu, su primer hijo es ahijado de la fundación. Dominguinhos aún espera entrar en la guardería en un par de años.
Lo que hace que esta historia sea aún más entrañable, es que hoy Silva es monitor del Proyecto Xipfundo, que acompaña a los universitarios a hacer su camino con éxito.
Con mucho orgullo, días antes de la ceremonia, Silva compartió con el equipo de coordinación lo siguiente: él es el primer miembro de su familia en licenciarse y en casarse. Cuando nació Edu, saliendo del hospital juntos, recordó haber escuchado de mí “Silva, marca tu diferencia” y que este año, sentía que lo había hecho.
Silva y Nomssa han decidido crear su historia cerca de Khanimambo. No necesitan hacerlo, pero por ahora lo han elegido así. A mí, me llena y les estoy agradecida por ese gesto, por contribuir a Khanimambo en muchos niveles, que no sólo profesional pero también personal.
Con vosotros, amigos y familia de Khanimambo, comparto la emoción que Silva y yo sentimos en simultáneo al mirarnos, cuando entró por Khanimambo del brazo de su compañera, orgulloso de haber sin ninguna duda, marcado su diferencia.