Entrada escrita por María Castro, artista, voluntaria, vueltamundista y bloguera.

Llegué a Khanimambo una mañana temprano, después de un paseo desde la playa. Aquí me levanto con el amanecer y me acuesto con la luna llena sobre el océano, mi sueño lo arrulla el ruido del mar. El tiempo se para, los horarios los marca la naturaleza.

La dimensión del centro de Khanimambo sorprende nada más verlo, varios edificios pintados de blanco y verde con mensajes de inspiración en las paredes, un jardín en el centro, decoraciones manuales por todos los rincones. Aquí se respira alegría, cariño, valores, cercanía y cuidado. Khanimambo es un oasis en el medio del desierto de la pobreza.

María con Tía Amancia, Tía Ivone, Tía Nomsa y Tío Paulo, del equipo de Khanimambo.

El equipo que lo conforma, la mayoría gente local, te reciben con los brazos tan abiertos que su abrazo se siente incluso antes de cruzar la puerta. Los guía el amor y el respeto por lo que hacen, saben lo mucho que significa y la importancia de su tarea para los niños.

El primer abrazo que yo recibí en ese primer día fue inesperado. Estaba parada de pie en el comedor, un poco perdida y observando todo con asombro cuando noté que alguien estaba delante de mí, era un niño de unos tres años levantando los brazos y mirándome con un amor sin condiciones. Sólo quería abrazarme, lo cogí y otros seis niños vinieron en busca del mismo abrazo. El amor que esos niños te dan cuando vienes aquí no conoce barreras, ni edad, ni género, ni color, ni condiciones. No les interesa lo que haces o tu historia, les interesa darte amor y recibirlo de tu parte. Un intercambio tan puro y tan raro hoy en día. Ellos lo aprenden aquí, el amor por los demás, el respeto, el cuidado. Aquí la gente es rica en Amor, lo reparten en abundancia y eso lo incrementa cada día.

Khanimambo es una familia, mi familia aquí, y me siento acogida, arropada y cuidada. Desde los educadores, la administración, las mamás de la cocina, las de la enfermería, todos me tratan como a una más, se preocupan de que esté bien. Me piden ayuda, nuevas ideas que los puedan hacer evolucionar en su asistencia al desarrollo de estos niños. Trabajan como un gran equipo, se respetan entre ellos y están abiertos a las sugerencias de todo el mundo. Creo que en muy pocas ocasiones incluso en mi vida profesional me he encontado con un equipo así.

María con las mamás de la cocina del Centro Munti.

Aquí la manera de tratar a alguien con respeto cuando eres niño es llamarle Tio o Tía. Desde que llegué yo soy Tía María. Claro que os estáis riendo tal como yo me reí el primer día. Ahora ya estoy acostumbrada y de hecho me encanta ser Tía María para ellos.

Me levanto muy temprano por las mañanas, antes de las 6h ya estoy en pie. Tengo el tiempo justo de prepararme, tomar un té y salir de casa. Mi paseo matutino de 35 minutos hasta la fundación me encanta, es uno de los momentos más especiales del día. Mientras camino me acompañan el sonido de los pájaros, el olor a leña de los desayunos preparados al fuego y los buenos días de todas las personas que me cruzo. A algunos de ellos ya los voy conociendo. Camino por la carretera principal, los niños pequeños que esperan el autobús me saludan con sus manitos desde la parada gritando “¡Bom dia Tia Maria!”. Es una manera genial de empezar el día. Os puedo decir de cada mañana me encanta levantarme.

¿Cómo es mi día a día? Los lunes ayudo a los otros profesores y preparo mis actividades de la semana. Los martes son los días de clases de inglés, les encanta aprender inglés y agradecen mucho que los ayude. Los miércoles los dedicamos al taller de dibujo de expresión, se ve claramente que a medida que pasan las semanas se meten más y más fácilmente en el juego de pintar, su concentración va en aumento. Más tarde ese día hacemos una actividad sobre los diferentes países, sus capitales, situación en el mapa, musica y danza de cada uno. Lo he diseñado para ellos sabiendo que les encanta bailar y eso les motiva, la última semana bailaron desde un vals de Viena hasta un palm-wine de Angola o una Zorba griega. ¡Todo un éxito! Los jueves ayudo en diferentes áreas sea cocina, enfermeria, etc. Los viernes termina la semana con los talentos, por las mañanas soy alumna aprendiendo a coser carteras hechas de tela de capulanas y por las tardes les hago un taller de lectura. Cada día es un nuevo descubrimiento, me están enseñando tanto … dificil explicarlo.

Taller de dibujo y expresión.

Los 300 niños que están aquí viven el milagro de Khanimambo, fuera de su realidad cotidiana que es increíblemente dura. Con las ayudas de socios, padrinos y colaboradores aquí hay 300 niños que comen, aprenden, ríen y juegan. Sus familias son conscientes de lo afortunados que son con esa ayuda. Hace diez años que Khanimambo está activo y ya algunos de esos niños están siguiendo sus carreras profesionales. Se dice que para ayudar a alguien es mejor darle herramientas para que hagan por ellos mismos, no hacerlo en su lugar. Los niños son las herramientas que Khanimambo está dando a esta comunidad y os aseguro que marcan la diferencia.

Estoy asombrada de lo que veo, orgullosa de lo que aquí se hace y se vive, todo el dinero que reciben lo destinan al cuidado de estos niños. Nadie se beneficia salvo ellos. Y es de una manera organizada, responsable, respetuosa y humilde.

Mozambique ha sido mi primer destino en un viaje de un año alrededor del mundo, Khanimambo mi primer pie fuera de casa en ese viaje. Aquí he encontrado una familia que me llevo y a la que volveré cada vez que pueda. Mi mochila se ha llenado de amor del bueno, de grandes ejemplos de fortaleza y de mucha inspiración. Me han dado todo el combustible para seguir con fuerza lo que sea que venga, estoy preparada para el siguiente paso.

Khanimambo os dará, si lo queréis, más de lo que nunca pensasteis.

Obrigada Khanimambo. Os llevo conmigo.