Vivir sin Lúcia ha sido el primer reto que nos ha tocado asumir en el inicio de este año 2019. Una llamada el pasado 4 de enero, nos dio de golpe y porrazo una de las peores noticias que podríamos recibir.
Lúcia ha muerto, sin ninguna duda, antes de tiempo. Principalmente y más importante porque deja a cinco hijos huérfanos que necesitaban y necesitan de su vitalidad, cariño y educación. Y también porque nos deja a todos los demás huérfanos de su carisma, buen hacer y espectacular empoderamiento.
Vivir sin Lúcia no será fácil en Khanimambo. La llamábamos Mamã Paozinha, y ella automáticamente contestaba con una sonrisa. No importaba la hora ni el cansancio. Nos mimó a todos con esas sonrisas gratuitas, que ahora ya no tenemos. El ambiente que se genera alrededor de alguien optimista es impagable, y uno de los mayores tesoros que tenemos todos los que nos alimentamos de amigas, hermanas como Lúcia.
Vivir sin Lúcia supone un desafío aún mayor para quienes nos quedamos al cuidado de sus hijos. Porque nunca lo haremos tan bien como ella, pero en nuestra responsabilidad queda recordar frases que nos tatuó en el corazón “mis hijos no son hijos de papá, de todos ellos espero un título académico” repetía tras su separación al mismo tiempo que cada uno de ellos amasaba el pan que les dio de comer. Les enseñó a todos, desde Irene con 5 años, a Blauntina con 21 a amasar, para que nunca perdieran ese camino que a ella le había sacado de la pobreza. Les despertó cada mañana, de madrugada, para que en la dificultad del esfuerzo tuvieran una garantía de futuro. Qué bien lo hizo.
Vivir sin Lúcia nos recuerda cómo somos de idiotas las personas por no protegernos más ante peligros evidentes. Confiamos demasiado en las rutinas, como son los medios de transporte precarios que usamos aquí. Muchos de nosotros hemos arriesgado demasiado y tenido suerte. Pero ahora resulta que sentimos que podríamos haber sido cualquiera de nosotros a morir en un accidente de tráfico. Lúcia escribió un mensaje a Blauntina, minutos antes de morir, posiblemente cuando ya había ocurrido el trágico accidente, enviándole el pin de la tarjeta bancaria, donde guardaba sus ahorros. Ser consciente de dejar a tus hijos antes de tiempo es lo más duro que una madre vive. Sigue dándonos lecciones.
Vivir sin Lúcia nos hace ser más firmes en el compromiso de estar. Estar cerca cada día y trazar juntos planes de futuro.
“Ya hemos llorado mucho, ahora vamos a hacer un plan” y con esta frase intentamos seguir para adelante. Ahora hay que organizarse para que en casa no falte comida, y que todos contribuyan con esfuerzo a lo que Lúcia siempre quiso: un hogar alegre, armonioso, con hijos formados. Blauntina no dejará de estudiar Derecho. Empieza 3º en la facultad este año y lo compatibilizará en Khanimambo con clases particulares a niños de secundaria. Júlio va a trabajar haciendo pan y conseguirá con su sueldo comprarse una máquina de celar y dar así salida a su formación de cerrajero que finalizó en diciembre del año pasado. Francisco seguirá en el Instituto, ya que le faltan dos años para terminar y ayudará a Julio con el pan. No quiere dejar lo que lleva años haciendo con su madre. Orlando es el nuevo secretario de la familia, y ante cualquier problema, dará la voz de alarma. E Irene, la más pequeña, tiene la responsabilidad de mantener a todos sus hermanos unidos hasta que sea ella la que se gradúe. Todos vivirán en la casa que Lúcia empezó construyendo con su sueldo de Khanimambo, y con el cariño de todos, y el compromiso de sus padrinos y amigos, no faltará nada en casa.
Hemos llorado muchísimo, hemos pasado días enteros pensando en cómo lo vamos a conseguir, y ahora estamos preparados para compartir con vosotros queridos amigos y hermanos, nuestras ganas de rendir homenaje a una gran mujer como fue Lúcia. Vamos a vivir, vamos a vivir con más precaución, con su alegría, con la misma unión para continuar lo que ella dio a sus hijos y a todos los que nos enseñó que no hay nada en la vida que no se supere con esfuerzo y optimismo.
Obrigada Paozinha, Khanimambo Mana…