Es la paternidad un hecho que me llama mucho la atención por cómo se vive en distintos lugares del mundo. Para poner dos ejemplos que me afectan de cerca, creo poder afirmar que ser padre (en el sentido no genérico de la palabra) en Xai-Xai o en Terrassa son dos cosas diferentes.
Tengo que reconocer que he tenido una suerte inmensa de crecer en una sociedad en la que, gracias al esfuerzo de nuestros padres -y sobretodo de nuestras madres-, en términos de igualdad se ha avanzado mucho. Seguramente todavía queda mucho camino por recorrer pero, paseando por la Rambla de la ciudad que me ha visto crecer, me doy cuenta que en Mozambique este camino todavía será mucho más largo.
Veo padres paseando con los cochecitos. Padres que recogen a los niños en el cole y les preguntan qué han aprendido. Padres que llevan a sus hijos al parque, los columpian y les dan la merienda. Si dejo la calle para entrar en casa de algún amigo todavía lo noto más. Aquí los padres juegan con los chavales hasta que su madre llega del trabajo, preparan la comida y el baño a los niños,etc.
Generalizar es odioso y tampoco me atrevería a decir si se trata de la mayoría de padres que hacen todas estas cosas aquí, pero la verdad es que en comparación a Mozambique (o almenos en la zona que conozco) son muchísimos!
En una ceremonia en Praia de Xai-Xai -no me acuerdo de lo que celebrábamos- me tocó sentarme del lado de los hombres. Esto quiere decir con derecho a silla y a ser de los primeros en servirse la comida. ¡Toma ya! Pero lo que más me llamó la atención ese día fue que en un momento dado mi hija de un año se acercó a mi para que la cogiera, le diera de comer y jugara un poco con ella. Y así hice con toda normalidad.
Entonces noté cómo todos los hombres a mi alrededor, cuchicheaban, reían indisimuladamente y hacían comentarios tipo «essa menina é filha de pai» que dicho de este modo y traducido al significado mozambiqueño (no al portugués literal) viene a decir que es una niña educada por su padre, no por la madre. De lo que se deduce que con sorna querían decir que el padre es un calzonazos y no sabe gobernar en casa.
En aquél instante no pude más que sonreír pensando en que alguno de sus hijos y hijas que asisten a la Escolinha de Khanimambo es muy probable que normalmente me llame cariñosamente papá como acostumbran a hacer la mayoría de niños y niñas de la fundación. Y no necesariamente porque no tengan padre… Siempre me ha producido un poco de vértigo sentirme padre de más de 200 niños. Ni sé si es éticamente correcto fomentarlo pero muchos de ellos me llaman así espontáneamente y me lo demuestran todas las mañanas echándose encima mío cuando llego al centro.
Recientemente he sido padre de mi segunda hija. A veces me da un poco de miedo que mis hijas crezcan en una sociedad tan machista. Espero saber compensar en casa, en Khanimambo y en las visitas a la família de Barcelona y Madrid todo lo que no van a aprender de la gente mayor de Praia de Xai-Xai.
Una de las cosas que más me gustan de este trabajo es pensar en todo lo que podemos conseguir conjuntamente con las nuevas generaciones de Praia, que valores quedarán en estos niños y no tan niños para que mañana no solo aprendan a respetar a las mujeres sino que también aprendan a pasarlo bien con ellas y con sus hijos.
Ser padre es un privilegio, ejercer de padre es todavía mejor.