El pasado domingo de madrugada llegaba a Xai-Xai un contenedor cargadísimo de donaciones que nos hacéis llegar con vuestra confianza y compromiso. Y no puedo dejar de sorprenderme por la cantidad de gente que nos quiere ayudar.
Cuando me vine a vivir a Xai-Xai, hace más de nueve años, mi hermana Carla se quedó totalmente impactada por el aspecto de los niños, me insistió en que podía conseguir ropa para ellos, que sería un efecto inmediato en su autoestima y así fue. Consiguió vestir a todos los niños de Xai-Xai durante varios años, tras lograr reunir 2000 kilos de ropa donada.
Fotos de la llegada de la primera campaña de ropa, en 2008.
Aquella primera campaña fue algo que me ha marcado para siempre. En un momento en que cada día tenía razones para tirar la toalla, me agarré a aquella montaña de ropa y me repetía a mí misma que esa cantidad de zapatos, braguitas, camisetas, vestidos… eran una demostración de la enorme suma de gente que realmente quería ayudar a que el mundo fuera diferente, y confiaba en mi para hacerla llegar a quienes tanto la necesitaban.
Desde entonces hasta hoy hemos tenido ya seis campañas de ropa y de material escolar, y no me canso de sentirme totalmente sorprendida por la cantidad de personas que, sin sentir ninguna obligación, deciden compartir aquello que les pertenece con gente que no tiene tanta suerte en la vida.
Y ha sido ahora cuando me he visto rodeada de otra montaña de gomas de borrar, de papeles de colores, zapatos, camisetas, libros… Cuando me he dado cuenta que el mundo debería ser otro.
Si a través de Khanimambo logramos mover este grado tan espectacular de generosidad, ¿cómo no trasciende esto al resto del mundo? ¿por qué no logramos más?
Nadie nos obliga a ayudar, pero lo hacemos. Muchos de nosotros creemos que nuestras aportaciones cambian algo, ¿por qué no somos más? ¿Por qué no gestionamos mejor, a nivel global, esta necesidad vs solidaridad?
Precisamente porque no lo estamos consiguiendo a gran escala es cuando me reafirmo en que somos nosotros, las personas, tu y yo, quien podemos hacer algo. Desespera levantar la cabeza y darnos cuenta de esta inmensa necesidad que nos rodea, por eso es práctico pensar en pequeño. Mirarnos aquí, ahora, y esforzarnos a que cada niño y niña que recibe esta ropa sepa apreciar lo que hay detrás de ella. El cambio vendrá de la mano de cada uno de nosotros individualmente, y quiero pensar que algún día se juntarán todas estas pequeñas acciones, en forma de algo definitivo. Confiemos en que sí, porque si no… ¿qué sentido tiene soñar con un mundo mejor?
Estas preguntas aparecen de vez en cuando aquí. Manejar la frustración es básico para aguantar esto, pero no puedo dejar de deciros que ya estamos haciendo buen uso de esa cantidad desbordante de bondad que nos ha llegado en este último contenedor. Que cada donación está siendo tratada con respeto, con agradecimiento y sobre todo con admiración.
Hacéis a estos niños y niñas sentirse queridos, gracias de corazón. Seguimos…