Photo ©Werner Puntigam
Conocí la obra del pintor Malangatana en 2004, en mi primer viaje a Mozambique. Una famosa guía de viajes aconsejaba una visita al Museo Nacional de Arte en Maputo, del cual fue cofundador el propio artista. Como buen mochilero, ávido de conocer y recopilar información, decidí ir. El mismo día visité el Museo de la Revolución y llegaba completamente condicionado (y en plena efervescencia mental revolucionaria) a la exposición.
Su obra me entró por los ojos, nunca mejor dicho, a través de un cuadro de gran formato con decenas de caras que se miraban entre sí -ninguna me interpelaba- que daba la bienvenida al visitante. Después supe que aquella (su obra) mucho tenía que ver con las escenas de la reciente memoria mozambiqueña que había intentado visualizar y sentir en el otro museo, el de la guerra.
Sufrimiento, miedo, desorientación y desconfianza. ¿Y ahora qué? Todo el mundo a la expectativa de los acontecimientos. La guerra y la corta posguerra que derivaría en la guerra civil. Todos juntos buscando una identidad, construyendo Mozambique al amanecer.
Malangatana Ngwenya (1936 – 2011), conocido también como el cocodrilo, fue un artista mozambiqueño multifacético. Si bien destacó en las artes plásticas, también se atrevía con la interpretación, la música, la poesía, la escultura y la danza. Fue un gran dinamizador cultural en Mozambique donde organizó numerosos festivales y ayudó a crear algunas de las instituciones culturales todavía vigentes.
Nació en la aldea de Matalana. Su madre afilaba los dientes a jóvenes locales, entonces de moda. Su padre era minero en Sudáfrica. A los once años empezó a trabajar y a los doce se fue a vivir a Maputo donde trabajaba cuando podía y de lo que podía. Dicen que hasta fue aprendiz de curandero.
Trabajando en un club de tenis conoció al biólogo Augusto Cabral de quien recibiría su primera lección de pintura y le compraría sus primeros materiales de pintor. Como veía que se le daba bien, decidió ayudarle a vender sus primeros cuadros. Por aquél entonces conoció también al arquitecto Pancho Guedes quien le cedió un espacio para crear, convirtiéndolo así en artista profesional. Con el dinero que ganó con sus primeras ventas consiguió una casa para reunificar su familia en Maputo.
El legado de Malangatana es extenso. En 1958 se publican poesias suyas en la Antología de Poesía Moderna de África. Su creación es de puro compromiso con cada momento y con los movimientos sociales acontecidos en su Mozambique natal: colonialismo, lucha anti-colonial, guerra civil e independencia. Sólo sería a partir de los ochenta y especialmente a principios de los noventa, con la llegada de la paz cuando su obra se volvería más amable, sensual y optimista.
En 1964 sufrió en sus carnes la brutalidad de la PIDE, la policía secreta portuguesa, que le detuvo por supuestos vínculos con el FRELIMO, el movimiento que luchaba para conseguir la independencia de Mozambique. Un año y medio después sería liberado sin cargos.
Desde 1990 a 1994 fue diputado del FRELIMO –entonces ya reconocido como partido político- y miembro de la Asamblea Municipal de Maputo. Malangatana Ngwenya fue también fundador del Movimiento por la Paz Mozambiqueño.
En 1997, fue nombrado Artista para la Paz por la Unesco. Y los que tuvieron la suerte de conocerle lo definen como una persona extraordinaria, extrovertida, trabajadora y sobretodo, generosa.