Todo empezó con… “Nos tiene que doler la boca de tanto decir gracias”.
Esta es una frase de mi bisabuela, sobreviviente de la Guerra Civil española, hecho que le marcó de por vida su estado permanente de agradecimiento. Y a todos los que llegamos después y escuchamos de su voz las historias de la guerra al calor del brasero en la salita de su casa.
Hace 11 años, volví a escuchar las mismas historias, pero de otra guerra. Esta vez en una aldea de casas de cañizo y techos de paja. Al calor de una hoguera que iluminaba las caras de sus protagonistas. Y fue entonces cuando entendí que de una guerra se sobrevive, repitiendo (hasta doler) la palabra gracias.
Khanimambo se llama así por muchos motivos. Este es solo uno de ellos. La cooperación de ida y vuelta, nuestra filosofía, es otro. Y lo armonioso de esta palabra pronunciada en changana… Por fin, la razón por la cual denominé nuestra ONG con este nombre fue el sentimiento que brotó en mí tras entender mi relación con el mundo y todo lo que podemos hacer por cambiar las cosas que nos disgustan y con las que no estamos de acuerdo.
¿Puedo contribuir a que toda una generación dé las gracias, sin necesidad de vivir una guerra? me pregunté mientras esperaba embarcar en mi segundo viaje a Mozambique, en septiembre hará 10 años, para crear lo que hoy es la Fundación Khanimambo.
“Tía Alexia llegó a Xai-Xai con su perra, Kena, y ninguno entendimos por qué quería ayudarnos” os diría cualquiera de los niños que hoy, ya adolescentes, se acuerdan de cómo nos conocimos cuando eran mucho más pequeños y venían a comer los primeros bocatas que les preparaba en mi casa.
Quienes conocen esta historia de cerca, saben cuánto les amo. Pero los que leéis esto, sin imaginar la escena de los bocatas, de Kena conquistando a cada niño antes que yo y de mi pelo alborotado en medio de 50 niños, del pito que usaba para arbitrar partidos y de una pequeñaja que creció abrazada a mí… os diré que Khanimambo empezó así mismo: con el amor incondicional que me sigue moviendo por hacer de la infancia de estos niños, una etapa mágica y decisiva que cambie el rumbo de sus vidas.
Que no se puede hablar de 10 años, sin dejar un solo día en el olvido. Y de cada uno de esos días, las horas que sumamos hasta conseguir dar la vuelta a todo, y que, en un momento determinado, ganándonos su confianza con nuestra entrega y determinación, fueron los niños los que empezaron a ayudarnos a todos nosotros.
Celebrar 10 años de Khanimambo significa que hemos crecido juntos y que hemos mantenido el espíritu y la fuerza que un día me llevó hasta aquí. Y juntos también, lo hemos hecho más fuerte, más sostenible y bonito. Llegamos a este décimo aniversario, con ganas de bailar, de reír, de recordar cómo nos conocimos y cual fue el donativo de felicidad que nos gustó más. Porque eso es lo más importante de esta fiesta, saber agradecer a los niños toda la felicidad con la que, a lo largo de este tiempo y con mucho esfuerzo y constancia por su parte, han conseguido hacernos sonreír.
Y los niños y las niñas de Khanimambo, que siguen siendo el centro de atención, nos dicen sinceramente De Nada. Con su sonrisa desdentada, ojos sinceros y corazón limpio. Crecen sanos y son listos… porque saben lo que quieren y lo persiguen con Khanimambo: decirle Gracias a la vida.