Andar por los caminos de arena de Praia de Xai-Xai cansa. Sobre todo cuando vas cuesta arriba. Los pies se hunden y si hay mucha inclinación retrocedes hacia atrás. Solamente cuando llueve es cuando consigues andar sobre un suelo más duro. Pero lo dicho, llueve, y como dispones de pocas mudas de ropa, el placer de mojarse bajo la lluvia se convierte en un problema al llegar a casa.
Qué decir de andar por estos mismos caminos cargando peso. Un bidón lleno de agua puede pesar hasta 25 kilos. A veces se pueden llevar dos a la vez. Uno se acomoda encima de la cabeza con un trozo de capulana (tela) vieja, y otro se lleva a pulso, en la mano. La mano que queda libre sirve para asegurar el que va encima de la cabeza en caso de tropezón.
Celina, en la foto, ha cumplido doce años y todos los días anda dos kilómetros de subidas y bajadas de arena entre arbustos para llevar 20 litros de agua a casa. Igual que ella, también sus dos hermanas mayores cargan semejante peso día tras día. Esa agua sirve para beber, asearse, fregar platos…
Me imagino a mi mismo intentando suportar esa carga sobre mi pescuezo a lo largo de, pongamos, 100 metros. Lo puedo imaginar porque una vez lo intenté y el resultado fue patético. Tortícolis y risas a parte, que el asunto es muy serio. Está claro que para conseguir tamaño esfuerzo hace falta mucha preparación.
Y es que ya desde pequeños, en Xai-Xai (y en muchos lugares del mundo), comienzan con el ritual de cargar baldes. Primero cubos o botellas de un litro, después cubos más grandes, después leña, y así van fortaleciendo los músculos del cuello y dominando el equilibrio.
Ahí donde no llegan los coches, ni el agua corriente, llegan las personas. Así de sencillo. Ha sido así siempre, durante toda la historia de la humanidad, y ahora continua igual. Agua, leña, carbón, maderas, sacos de cemento, tochos, piedras, etc. Todo en la testa. ¿Os lo podéis imaginar?
Celina no solo se lo imagina, además consigue cargarlo con toda naturalidad. Y, por si fuera poco, ¡nos dedica una sonrisa!