Mozambique es un país en el que una de cada dos mujeres o niñas sufre o ha sufrido violencia de algún tipo. Ya sea física, psicológica, social, sexual, institucional…
Cuando la violencia machista es estructural, la lucha contra esta debe ser de raíz, por eso la educación juega un papel tan importante.
Queremos mujeres despiertas, fuertes, libres y capaces. Pero para conseguirlo, necesitamos trabajar desde la infancia, desde la familia, rompiendo dinámicas de género muy arraigadas, tanto en ellas como en ellos.
Llevo cuatro años ligada a Mozambique primero como voluntaria y madrina, posteriormente como trabajadora de la Fundación Khanimambo. En todo este tiempo he podido conocer de cerca realidades que me han removido por dentro, algunas de ellas que no he sido capaz de entender ni digerir por la enorme diferencia de percepción social y cultural que tenemos. He conocido injusticias de todo tipo que me han hecho sentir impotente, pero también he visto historias de superación y logros que me llenan el alma.
Siempre intento quedarme con estas, las positivas, las que abren camino a la esperanza y la superación. Las que tienen nombre de mujer.
Las Minulvas, Blautinas, Lucias, Angélicas, Carlas, Josinas, Guidas, Suelys, Ivones, Joanas, Amancias, Hortensias, Fátimas, Atalias, Rosas, Belinhas, Rosalinas. Las Alexias…
Son las que están despiertas y además quieren despertar a otras. Las que hacen un esfuerzo personal o profesional, o ambos, para que sus hijxs crezcan en un Mozambique (o en un mundo) con menos violencia, con más posibilidades de futuro, con oportunidades.
Minulva me enseñó que nunca es tarde para tomar las riendas de tu vida y que si tienes que hacerlo varias veces, lo haces. Que puedes divorciarte del machismo y continuar tirando del carro de una familia numerosa con esfuerzo y amor.
Lucia le enseñó a Blautina el camino hacia la libertad y ella lo tiene clarísimo, el camino es la formación. Por eso hoy Blautina está a punto de graduarse en Derecho por la Universidad de Xai-Xai y algún día será quien defienda a todas las mujeres que como su madre, sufrieron violencia.
Fátima, Hortensia, Angélica, Atalia, Guida enseñan cada día a sus hijos el valor del esfuerzo, del trabajo, de la independencia económica. Les enseñan el poder de una mujer libre.
De Alexia aprendo cada día qué significa la palabra compromiso. Porque si quieres cambiar algo, necesitas dedicarle tiempo. Ella dedica su vida a Khanimambo y después de 14 años en Praia de Xai-Xai el impacto en la comunidad es innegable.
Los resultados se pueden medir en las vidas de todos los jóvenes que han tenido la oportunidad de acceder a una formación superior gracias a las becas Xipfundo, en la actitud de todas las mujeres empoderadas que han dicho no al maltrato o han decidido emprender bajo el paraguas de Utimahela y acceder a cursos de alfabetización para adultos, en esos hombres con una mente más abierta que acompañan la educación de sus hijos. También en las adolescentes que gracias a la prevención y a la planificación familiar que hacemos desde el Programa de Salud pueden centrarse en sus estudios, en las niñas protegidas y cuidadas por sus familias que desde muy pequeñas pueden acceder a educación infantil gracias a Swivanana, en las estudiantes que han decidido escoger el talento de kárate o deporte porque entienden qué significa la igualdad. Y como no, en las madres que trabajan en Humbi aprendiendo sobre permacultura y bioconstrucción (foto que ilustra esta entrada)…
Los resultados están visibles y aunque siempre queda mucho por recorrer, estamos en el camino.
Cambiamos lo pequeño, para que algún día cambie el mundo.
En el último día del mes de la mujer, gracias a las mujeres de Khanimambo y mucha fuerza!