Vivimos en un mundo en el que por un lado, una parte de la población está sobremedicada, siendo España uno de los países más propensos al sobreconsumo de medicamentos. Por otro lado, un tercio de la humanidad que reside principalmente en los países empobrecidos está infradotada de medicinas. O peor, meramente privada de ellas. Resultado, tal y como lo destaca Gonzalo Fanjul, autor del blog 3500 Millones, “las enfermedades infecciosas prevenibles o tratables”, desgraciadamente, “están matando cada año a 10 millones de personas, de los cuales nueve residen en países pobres[1]«.
Para entender la magnitud de esta disparidad, Farmamundi ha realizado un vídeo animado que pone de manifiesto dos realidades radicalmente opuestas: la de Don Justito versus la de Doña N’tengo. Ambos protagonistas, si bien están unidos por un mismo dolor de hombro, el contexto en el que cada uno persigue adquirir las medicinas adecuadas para curar este dolor resulta ser una verdadera odisea que se ve marcada por diferencias extremas.
La coexistencia entre una sociedad consumista en exceso, y otra que carece de medicinas nos tiene que hacer reflexionar y reaccionar. No solamente para considerar una situación risible. Si efectivamente lo es tenemos que entender las razones que hay detrás de tal disparidad. El caso de Mozambique, donde trabajamos cada día con la comunidad de Praia de Xai-Xai para mejorar la salud de los niños y la de sus madres, nos aporta muchos matices para poder entender las razones ligadas a las limitaciones propias de cada país, y con las que podemos trabajar para entrever un futuro mejor, en el que estas brechas puedan reducirse poco a poco.
Para empezar, detengámonos en el caso de personas cuyo acceso a determinadas medicinas es una cuestión vital como es el caso de antiretrovirales para la población afectada de VIH. En Mozambique, el gobierno tiene la voluntad política de facilitar este tratamiento a toda la población necesitada de tal forma que en teoría debería ser asequible y libre de gasto. Sin embargo, asegurar la distribución de estos tratamientos de forma ininterrumpida sigue siendo un desafío. El mayor problema radica en las constantes demoras en hacer llegar las medicinas importadas a los centros de salud y en las deficiencias logísticas para almacenarlas[2], alterando su distribución continuada en todo el territorio. Para paliar la escasez frecuente de medicamentos, la Fundación Khanimambo interviene cuando los tratamientos no llegan a tiempo, evitando que estos retrasos perjudiquen la salud de la población con VIH.
Pero, ¿está mejorando el acceso a las medicinas por parte de la población rural, siendo esta la más afectada en el país?
Para responder a esta pregunta, tenemos que acercamos a la situación que caracteriza los centros de atención primaria en estas zonas rurales. Sí que se han constatado significantes mejoras en la disposición de mayores recursos y de un personal de atención primaria cualificado, pero hay otro problema, de otra naturaleza, que puede obstaculizar el acceso a las medicinas.
Aunque pueda parecer totalmente descabellado, uno de los problemas a atajar proviene del propio personal que atiende a los pacientes. Este, consciente del privilegio que dispone, el de gozar de cierta autoridad sobre los pacientes, a veces, sin escrúpulos, cometen prácticas fraudulentas. ¿Cómo? Aplicando, por ejemplo, una tarifa discriminatoria sobre medicinas que inicialmente eran gratuitas. Las consecuencias de estas malversaciones son obviamente desastrosas y ponen en riesgo la salud de las personas enfermas que disponen de menor poder adquisitivo, y por tanto son más vulnerables.
Para acabar con la corrupción en los centros de atención primaria hay una solución simple aunque aplicarla ¡requiere de mucho tiempo! Esta consiste en concienciar y sensibilizar a las madres analfabetas para que puedan conocer y asimilar sus derechos, decir ¡basta ya! al primero que les impida que a su hijo se le suministren medicinas que necesita para tratar enfermedades que requieren una respuesta rápida, como la malaria, etc.
Al fin y al cabo, parece ser que reducir esta brecha en el ámbito de la salud -que denuncia de forma brillante FarmaMundi- no solamente consiste en buscar la forma de proveer más medicinas y en romper las barreras económicas y comerciales que originan este desequilibrio a nivel mundial. También consiste en realizar un trabajo continuo con la ciudadanía, sensibilizando sobre como exigir que se cumplan sus derechos, entre ellos, el de poder ser atendido para recibir las atenciones sanitarias de forma efectiva.
El siguiente vídeo, elaborado por la ONG Twaweza, pretende demostrarlo. Veréis cómo la historia que se desarrolla en este vídeo -que ilustra situaciones que están ocurriendo en los centros de salud del Este de África- invita a la ciudadanía a ir a contracorriente, a denunciar malas prácticas y a reclamar que se cumplan sus derechos.
Desde Khanimambo, seguimos trabajando la concienciación y formación de la población con mayor riesgo de exclusión social para que en un futuro próximo, en este rincón de África, se pueda decir que nacer y vivir allí ya no es una cuestión de lotería…
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[1] http://blogs.elpais.com/3500-millones/2012/09/mejor-calvos-que-con-malaria.html